Uptight
Los ídolos se derrumban y no hay nada malo en eso. Pero no está de más regresar a ver a esas figuras de barro derritiéndose en el incendio. Una última vista que no tiene porque ser final, algunas de las figuras se consumen lentamente en las llamas y aunque ya no son las mismas de antes, se mantienen de pie. Thom Yorke se calcinaba con Johnny Greenwood, Ed O´Brien y todos los otros integrantes de Radiohead. Instrumentos en mano. Posando como dioses. Son una banda fundacional de mi vida.
Me gustan los momentos en que todo cambia. Son pocos. Uno ocurrió a finales del 2000 en mi cuarto. En la mañana de ese mismo día, en un almacén de la universidad inexistente en la que estudiaba, encontré un disco. Parecía la banda sonora de una película animada hecha en computador. Era de Radiohead. Habían pasado 2 o 3 años desde su último disco y aunque en ese momento no lo noté si tuve la sensación de que les había extrañado. Lo compré. Esa noche, en la oscuridad de mi cuarto, puse el disco en el equipo y aplasté play. Arrodillado frente a mi cama como quien estuviera rezando, pero yo no estaba rezando, me puse escuchar melancólicamente las canciones. Y lo supe en ese instante, ni un minuto después, que mi vida o algo cambiaba para siempre.
Algunas notas que tendrán que ser editadas en el futuro:
1. Un voz que sale por un filtro, pero no el tipo de filtro que usó Cher por primera vez hace muchos, muchos años, y que ahora se encuentra en todos lados, ni el filtro robótico de Daft Punk, que también se encuentra en todos lados. Era un filtro diferente que no ha sido repetido. Una voz subhumana. Una voz androide. Kid A. Kid A. (J. Lacan).
2. Saxos barítonos y guitarras eléctricas. Trompetas y platillos. Una pesadez y una descarga poco comunes.
3. Ayer desperté chupando un limón. El sonido de los teléfonos celulares como pájaros futuristas. Quirking.
4. Vino blanco. Pastillas para dormir.
5. Idioteque. Himno anormal de las cebollas de los noventas.