Códigos Zombies
Donde sea que estoy. En lugares llenos de gente. Me imagino cada rostro que veo como si estuviera llorando. Y todas las personas, en mi imaginación, se ven iguales cuando lloran. A veces me sorprende ver llorar a alguien, pero el rostro de esa persona que nunca antes he visto llorar es igual al de cualquier otra persona llorando. Compungido y un poco rojo, lágrimas en los ojos, verguenza efímera y orgullo efímero, intercalándose. Todos los llantos son iguales. Excepto el de Joan Vollmer (Mantra p. 488-497).
El llanto de Joan Vollmer no se parece al llanto de nadie más. Porque Joan Vollmer está muerta y su llanto más bien es el llanto de un zombie. Todos los zombies se parecen, eso sí, pero no necesariamente sus llantos. Ellos se parecen. Ellos no gozan de la pluralidad de los vivos y de eso que dice que cada individuo es diferente a los demás. Porque la muerte es la Gran Igualadora.
William Burroughs estuvo en el Ecuador. Hay páginas de libros que son para jalarse los pelos y morderse las uñas. Páginas para llorar, justamente, y para dejar de leer. O sea después de esas páginas nada más importa. Esas páginas se agradecen.