El Regreso de Tu

Era Tu. Atrapada en ese baúl. La agitación que tenía hizo que todo pase en cámara lenta. O que no pase. Extraño. Ahora que ya pasó. Me cuesta creer que pasó. En todo caso. Estoy con Tu. Tu está sentada a mi lado. Está adolorida. Se agarrá los intestinos. Está afuera del baúl. Pero esa cámara. Esa luz digital roja. Sigue prendida. Como robaalmas perpetuo. Un silencio incómodo. Un ojo magnético. Una presencia cristalina. Invisible y omnividente. Odio esa cámara. Empiezo a sentir cosas que nunca había sentido. Empiezo a hablar.

Le han torturado. Le han golpeado. Y parece que yo soy el siguiente. Estamos en el cuarto de la Biblioteca Ecuatoriana. Parece que el notario es alguien que sabe de nuestro robo. Parece que Victoria era un gancho filudo al final de una línea de pesca. Parece que hemos sido engañados. Nada está muy claro. Y al mismo tiempo todo está muy claro. La plata no es nuestra. La plata regresa a sus verdaderos dueños. A manos de unos ladrones mejores que nosotros. Y nosotros que teníamos plata y la gastamos, ahora vamos a pagar. En serio. Tu está adolorida. Lloró. Mencionó a su hijo. Lloró más. Me dijo lo que le hicieron. Me abrazó por un instante demasiado corto. Me dijo lo que le dijeron. Me dijo lo que piensa. Habló mucho. De una manera que yo nunca había escuchado. Y es tan extraño porque parece que no hubiera dicho nada. Que nada hubiera pasado. Que estoy en el departamento de abajo. O en Quito. En mi cuarto. Escuchando como mis padres o uno de mis hermanos o la empleada me llama. Sin moverme. Sin hacer nada. No quiero ir.