La puerta

Logré acomodar la cabeza de Victoria sobre un almohadón. Y me levanté. Victoria tiene un sueño pesado. Dejo la tele prendida. He escuchado que ese sonido como fritura que hace un televisor apagándose es capaz de despertar a cualquiera.

Camino. Me tomo un vaso de agua en la cocina. Pienso en algunas cosas como pepinillos, sánduches y mayonesa. Todas tienen que ver con el almuerzo. Pero yo ya no tengo hambre. Pienso en cosas como walkie takies, los teléfonos y el internet. Invaden mi cabeza pero no se desde dónde. Son modos de comunicación. Seguro hay una compu aquí. Seguro puedo escribir un correo electrónico. Sería interesante. De pronto alguien me ha escrito a mi.

Abro una puerta. Es el cuarto de Victoria. Está claro. Tiene un póster de la película Jaws encima de la cama. Tiene un equipo de sonido. Tiene ropa regada en el piso. Ropa de mujer. Ropa interior. Al lado de la puerta hay una estantería. Hay un par de libros. Veo una colección y los siguientes títulos: Drácula de Bram Stoker, El Retrato de Dorian Gray, Heart of Darkness, The Murders of the Rue Morgue. Dos en español. Dos en inglés. La misma colección. Ediciones Black Cat/Gato Negro. Al lado de los libros hay un tamagotchi. Es rojo. Un bicho pixelado con labios grandes y cachos duerme adentro. Me río. Victoria tiene un tamagotchi, me sorprende. Me rio. Pero aquí no hay compu.

Camino un poco más por el departamento. Hay otra puerta. Estoy a punto de abrirla. Pero siento una mirada a mis espaldas. Y siento la forma de pararse firme de una mujer a mis espaldas. Te dije que no entres a las habitaciones, dice Victoria. Tiene los ojos hinchados. Parece despechada. No mueve un músculo de su cara, ni de su cuerpo. No me mira. Mira al piso. Está parada, inmóvil. No puedes entrar a ese cuarto, continua, a ese, expresamente, dijo el notario que estaba prohibido entrar.