futurismo-retro
Cuando estaba en 4to grado aprendí todo acerca del sistema solar. Recuerdo la sensación de estar en esa aula pequeña, mirando a los planetas y preguntándome por qué el espacio era tan negro. Y si algún día yo llegaría a conocer el sol. O júpiter. Júpiter también me impresionaba. Por ser el más grande, supongo. Y por esa tormenta descomunal que supuestamente tiene, pero que en realidad a mi me parecía un ojo. Mirándome fijamente.
Las expectativas entonces eran altas y eran intensas. La decepción fue asimismo honda. El mundo sigue igual. No hay futuro. Sólo la moda cambia.
Allá en los tardíos ochenta era extraño lo que vivíamos como generación. Había muchas cosas en común. Y estábamos convencidos de que éramos importantes o que formábamos parte de algo. Millones de niños y niñas entre los cuatro y nueve años, dando vueltas por los corredores de sus escuelas, con todo lo necesario dentro de un canguro fosforescente. Actuando como si nunca se hubiera hecho nada. Como en la cresta de una ola gigantesca. Ahora todo es tan disperso. La ola reventó y nos hemos regado y echado a perder. Cada uno en su nota. Arrimándonos a nuestros padres hasta el último centavo. Buscando salir. Despechados.
Y esas ilusiones del futuro son tan vagas que se pierden en una nube de smog que sopla al lado nuestro. Y que nosotros inhalamos con devota precisión. Los ojos rojos. Con catarro. En una pose quieta.